ENTRE DOS MONTAÑAS: UN CORAZÓN QUE ESCUCHA A DIOS

BETWEEN TWO MOUNTAINS: A HEART THAT LISTENS TO GOD

El libro de los Jueces termina con una frase inquietante: “En aquellos días no había rey en Israel, y cada uno hacía lo que bien le parecía” (Jueces 21:25). Esta declaración resume el caos espiritual y moral del pueblo. Sin dirección, sin liderazgo, sin propósito. Pero es en medio de esa oscuridad que Dios comienza a escribir una nueva historia… y lo hace a través de una oración.

The book of Judges ends with a sobering phrase: “In those days there was no king in Israel; everyone did what was right in his own eyes” (Judges 21:25). It captures the moral and spiritual chaos of a people without direction. But right there, in the darkness, God begins writing a new story—and it starts with a prayer.

La historia de Samuel no comienza en una plataforma, sino en las lágrimas de una mujer. Ana, su madre, clamaba a Dios desde un lugar de dolor profundo. Esa oración oculta, lejos de los reflectores, encendió un mover de Dios que impactaría toda una nación. Así nos enseña que los grandes despertares muchas veces nacen en lo secreto. Que el mover de Dios en una generación puede comenzar con la intercesión fiel de una sola persona.

Samuel’s story doesn’t begin on a stage, but in the tears of a woman. Hannah, his mother, cried out to God from a place of deep pain. That hidden prayer, away from the spotlight, sparked a divine movement that would impact a whole nation. It teaches us that great awakenings often begin in private, that a generation’s revival can be birthed through the faithful intercession of one person.

Samuel es un ejemplo de un corazón que escucha. Aunque servía en el templo, aún no conocía la voz de Dios. Como muchos hoy, estaba activo en lo externo, pero desconectado de lo eterno. Dios lo llama por nombre, y aunque al principio no lo reconoce, aprende a responder: “Habla, Señor, que tu siervo escucha.” Este es el anhelo: que en medio de una cultura que grita por atención, podamos afinar nuestro oído espiritual para reconocer la voz del Señor.

Samuel models a heart that listens. Though he served in the temple, he didn’t yet know the Lord’s voice. Like many today, he was active in the external, but disconnected from the eternal. God called him by name—and while Samuel didn’t recognize it at first, he learned to respond: “Speak, Lord, for your servant is listening.” That is our goal: to tune our hearts in a culture full of noise so we can clearly hear God’s voice.

En tiempos de ruido, confusión y distracción, Dios sigue buscando a quienes le escuchen. Porque sólo aquellos que escuchan su voz pueden hablar con autoridad. Como iglesia, necesitamos más que programas: necesitamos una generación que escuche con claridad para caminar con propósito.

In a world of chaos and distraction, God is still searching for listeners—because only those who hear His voice can speak with authority. As a church, we don’t just need more activity—we need more clarity. A generation that listens will be a generation that walks with purpose.

Samuel también nos recuerda la importancia de recordar la fidelidad de Dios. En 1 Samuel 7:12, después de una victoria milagrosa, Samuel levanta una piedra y la llama Eben-ezer, que significa: “Hasta aquí nos ayudó Jehová.” Este acto no fue solo conmemorativo, fue profético. Recordar lo que Dios ha hecho fortalece la fe para lo que vendrá. ¿Cuáles son nuestros Eben-ezer? ¿Qué testimonios estamos dejando para que las siguientes generaciones crean?

Samuel also teaches us the importance of remembering God’s faithfulness. In 1 Samuel 7:12, after a miraculous victory, Samuel sets up a stone and names it Ebenezer, meaning: “Thus far the Lord has helped us.” It wasn’t just commemorative—it was prophetic. Remembering what God has done fuels faith for what He will do. What are our “Ebenezers”? What testimonies are we passing on to build faith in the next generation?

Aun así, no todo fue fácil para Samuel. El pueblo pidió un rey, rechazando el gobierno de Dios. Aunque Samuel se sintió desechado, Dios le dijo: “No te han desechado a ti, sino a mí.” En ese momento aprendemos que el rechazo humano no cancela la aceptación divina. Todos enfrentamos rechazo, pero lo importante no es ser rechazados, sino cómo respondemos al rechazo. Samuel no se ofendió ni se retiró. Siguió intercediendo, guiando y sirviendo. Su llamado no dependía de un título, sino de un corazón comprometido con Dios.

Yet not everything was easy for Samuel. The people asked for a king, rejecting God’s rule. Samuel felt personally rejected, but God told him: “They have not rejected you, but they have rejected Me.” Here we learn that human rejection does not cancel divine acceptance. We will all face rejection, but what matters most is how we handle it. Samuel didn’t give up—he kept praying, guiding, and serving. His calling wasn’t based on a title but on a heart committed to God.

Samuel es un espejo. Su vida nos muestra lo que Dios puede hacer en un corazón dispuesto. Nos desafía a vivir con profundidad, a orar con constancia, a escuchar con atención y a liderar con valentía, aun cuando no somos comprendidos.

Samuel is a mirror. His life shows us what God can do through a willing heart. He challenges us to go deep, to pray consistently, to listen attentively, and to lead with courage—even when misunderstood.

En un mundo que sigue viviendo “entre dos montañas”, Dios todavía busca a los Samueles: hombres y mujeres que oren en lo secreto, que escuchen con claridad, que recuerden con gratitud y que perseveren con fidelidad. La pregunta sigue siendo: ¿Cómo vamos a responder?

In a world still living “between two mountains,” God is still calling for Samuels—men and women who pray in secret, listen clearly, remember faithfully, and persevere boldly. The question is: how will we respond?